Regenerar produciendo: Las soluciones más efectivas para sistemas alimentarios
Transformar cómo producimos y consumimos alimentos tiene un gran potencial de impacto positivo ambiental y económico. ¿Qué soluciones funcionan y cuáles no? Lo explica Lucas Garibaldi.
Lo que tenés que saber
La mitad de la superficie terrestre está ocupada por sistemas agropecuarios, y éstos son la principal causa de pérdida de biodiversidad.
Existe una gran oportunidad de lograr impacto ambiental positivo y desarrollo económico cambiando la forma en que consumimos y producimos alimentos.
La mayoría de la tecnología de “smart farming” está destinada a la eficiencia y al reemplazo. Hay que trabajar en rediseño.
Sumar biodiversidad a las producciones agropecuarias puede, además, mejorar la rentabilidad y resiliencia de los campos.
Desde que arrancamos Antom nos propusimos sostener una mirada optimista sobre los desafíos y las oportunidades que presenta la crisis ambiental, y una área de acción con gran potencial es la transformación de los sistemas alimentarios (“food systems”).
Las prácticas agropecuarias para producir alimentos son responsables del 80% de cambio de uso de suelos (la conversión de ecosistemas naturales a lotes de producción agrícola-ganadera) y contribuyen el 31% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) globales (FAO). Pero, como bien comenta el amigo de la casa Carlos Becco en su último libro, la agricultura es también una de las pocas actividades productivas con la capacidad de dejar al ambiente mejor de lo que estaba antes de su implementación. Obviamente, esto depende de cómo se lleve a cabo.
Durante la II Conferencia Climatech Argentina, el Doctor en Agronomía, co-chair del próximo informe de IPBES y asesor técnico de Antom, Lucas Garibaldi, ofreció una charla sencilla y potente que resume los principales problemas de los sistemas alimentarios y qué soluciones debemos apoyar. Para terminar el año en foco, en esta edición de Pulso compartimos la misma.
Soluciones que funcionan en Food Systems (y cuáles no)
Por Lucas Alejandro Garibaldi.
Desafíos de los sistemas alimentarios
Los sistemas agropecuarios y forestales son los principales ocupantes de la Tierra: la mitad de la superficie terrestre está ocupada por cultivos, áreas de pastoreo o forestaciones; de lo que queda, algunas partes son desiertos o áreas no productivas. También son los principales consumidores de agua: utilizan el 70% del agua dulce del planeta. Están basados en combustibles fósiles y generan un tercio de las emisiones de GEI. La demanda de commodities y de productos alimentarios está aumentando, con su correspondiente impacto.
Estos sistemas son la principal actividad de la humanidad, el principal empleador del planeta, y ciertamente tienen dimensiones positivas, como la producción de alimentos y la generación de riqueza. En Argentina, por ejemplo, el 70% de las divisas que ingresan al país vienen del sector agroalimentario. Pero también tienen otras dimensiones que dejan mucho que desear.
Hay tres grandes crisis planetarias: la climática, la de contaminación y la de biodiversidad. Esta última tiene menos marketing, pero es tan importante o más que las otras, y hay un consenso científico y político en que la principal causa de pérdida de biodiversidad es lo que llamamos ‘el cambio de uso del suelo’.
En el mapa de abajo se ve la relación entre actividad agropecuaria y pérdida de biodiversidad: las zonas rojas son las que experimentaron mayor pérdida; son las principales pampas del mundo y los sistemas ganaderos intensivos y extensivos. La asociación es obvia, y la escala del problema, gigantesca.

Los seres humanos no solo dependemos del clima, también dependemos de otras especies: ellas mejoran la calidad del aire que respiramos, facilitan procesos para tener agua limpia, y tienen injerencia en la regulación del clima. La biodiversidad es clave para nuestra subsistencia. Y el sector climatech debería tenerla más en cuenta.
Hay distintos sistemas de producción: de carne de res, de arroz, por ejemplo, y no todos son iguales ni tienen el mismo impacto. En la tabla que sigue, se puede ver la huella de CO2 por kilo de distintos tipos de alimentos.
En las tablas a continuación se ven comparaciones por kilogramo de alimento, por 100 gramos de proteína y por 1.000 kilocalorías, porque la nutrición que provee un kilo de asado es mayor que la que aporta uno de lechuga. Aún así, se observa que las carnes de res tienen un impacto mucho mayor en cuanto a CO2 por 100 gramos de proteína que otros alimentos de origen vegetal, como el tofu. El objetivo no es argumentar a favor o en contra del vegetarianismo, sino dar un panorama y generar más preguntas que respuestas:



Cada vez que tomamos una decisión de consumo estamos favoreciendo una cadena de producción u otra, y teniendo un impacto mayor o menor en el planeta.
Otro aspecto clave, y hay startups como Kigüi trabajando en ello, es la pérdida y el desperdicio de alimentos. De las emisiones de alimentos, los que nunca se consumen representan el 6% de las emisiones totales. Parte son residuos en el hogar y otra son pérdidas en la cadena de suministros: en países en vías de desarrollo se pierde mucho en la producción, y en los más desarrollados se pierde mucho en el consumo y en la comercialización.
Las soluciones más efectivas desde el consumo
Por supuesto hay un montón de mejoras de infraestructura, políticas y objetivos que se pueden realizar para disminuir el impacto ambiental de los sistemas alimentarios; pero dos sencillas desde el consumo son tener una dieta rica en plantas y reducir el desperdicio de alimentos.
Cambiar la manera en que consumimos da señales a los distintos sistemas de producción, y permite favorecer aquellos que tengan menor impacto.
Por ejemplo, disminuir el consumo de carne animal de sistemas de engorde intensivos (principalmente cerdo, pollo y vaca de feedlot), y favorecer el consumo de carnes de sistemas regenerativos (extendidos en las pampas de Uruguay y en la pampa deprimida de Argentina) o de alimentos basados en plantas.
Generalmente, lo que nos hace bien a nosotros le hace bien al planeta: si elegimos comer más alimentos frescos, que se producen en la zona, sin uso de agroquímicos, con mayor contenido nutricional, eso nos hace mejor y tiene menor impacto que los ultra procesados, sobre todo de origen animal y especialmente si vienen de largas distancias.
Si bien proporcionalmente las emisiones del transporte no son significativas en la huella total de CO2 de los alimentos (como se ve en el gráfico #2), comer local promueve el consumo de alimentos frescos y menos procesados, que son mejores para la salud (especialmente los alimentos poco almidonados y con bajo contenido de azúcar).
También podemos reducir el desperdicio de alimentos con cambios en el comportamiento. Es importante consumir distinto, pero también consumir lo necesario. El aumento de consumo per cápita es más importante en el espectro global que el aumento total de la población. Yo consumo en promedio mucho más que lo que consumió mi padre, mi padre consumió más que lo que había consumido mi abuelo, y así sucesivamente.
Las soluciones más efectivas desde la producción
Pasando a la producción, se pueden pensar tres estrategias de cambio: eficiencia, reemplazo y rediseño.
Eficiencia es seguir con lo que veníamos haciendo, pero un poquito mejor. Por ejemplo, la acumulación de estiércol es un problema en los sistemas intensivos ganaderos, entonces tener un mejor manejo del estiércol es una mejora de eficiencia. También la gestión de nutrientes: en muchos países hay exceso de uso de fertilizantes, de herbicidas o de pesticidas, entonces producir lo mismo utilizando menos químicos es mejor porque reduce la contaminación del agua y suelos.
El típico ejemplo de reemplazo es la agricultura orgánica: en vez de utilizar un pesticida sintético para matar un bicho, uso uno biológico. El concepto es el mismo: matar al bicho, no convivir con él, solo se reemplaza un insumo sintético con uno orgánico, pero continúa la dependencia de insumos.
Si uno analiza las soluciones dentro de lo que se llama “smart farming”, la mayoría están destinadas a la eficiencia y, en segundo lugar, al reemplazo. Casi no hay soluciones de rediseño. Hubo una explosión de tecnología, pero está direccionada a seguir este trayecto.
La eficiencia y el reemplazo están muy bien, pero no alcanzan. Solemos hablar de que hacen falta cambios a gran escala, pero también falta calidad del cambio. Eso es fundamental, porque si siempre estamos dentro de la misma corriente, nunca vamos a generar cambio transformador. Si queremos cambiar la trayectoria de degradación ambiental hacia una de regeneración, tenemos que hacer cosas radicalmente distintas.
La tercera posibilidad es el "rediseño" de los sistemas de producción, basado en principios ecológicos. Tenemos que rediseñar los sistemas para que tengan en cuenta principios económicos, pero también principios ecológicos sobre los cuales se basa la vida en la Tierra.
En la infografía a continuación se ve un ejemplo de un campo de la pampa que ha atravesado un rediseño. No hay grandes parcelas de monocultivo; en su lugar, está atravesado por corredores ecológicos y zonas de restauración donde hay más cultivos y más rotación; más diversidad en general. Y en donde se hace un manejo no solamente para producir un commodity en el corto plazo, sino también para brindar múltiples servicios ecológicos y beneficios a la sociedad.
Se necesita por lo menos un 30% entre parches de hábitat natural y corredores biológicos en los campos, bien distribuidos y bien diseñados, para generar los servicios ecológicos de purificación de aire y de agua que necesitamos. La mayoría de los campos agrícolas hoy no lo tienen. Si consideramos que solo en Argentina hay 40 millones de hectáreas cultivadas, la oportunidad es gigante.
Además de los beneficios en los servicios de la naturaleza, una mayor presencia de biodiversidad en producciones agropecuarias aumenta la rentabilidad para los productores al mejorar el rendimiento, reducir la necesidad de insumos y aumentar la resiliencia del campo. En un estudio a nivel global se encontró que en cultivos como frambuesa, girasol, manzana, nabo, pepino, poroto, tomate y trigo sarraceno, el rendimiento puede aumentar un 25% en campos con ensambles de polinizadores más diversos, comparados con ensambles más pobres (Garibaldi et al. 2016).
Hacia soluciones polifacéticas e integradas
¿Qué tecnologías o soluciones hay que generar desde el sector emprendedor para transformar los sistemas alimentarios?
No es real pensar que una única solución puede resolver todos los problemas de forma aislada, y tampoco es viable suponer que una misma tecnología funcionará en cualquier contexto.
Algunos ejemplos:
¿Hace falta destinar tierras cultivables en las que se podría producir alimento a biocombustibles para autos? Siempre hay alternativas éticas o más sostenibles; por ejemplo, el manejo regenerativo de bosque nativo, donde se puede producir energía renovable muchas veces en base a especies nativas rebrotantes.
El ganado, ¿es siempre malo? Por ejemplo, en la pampa deprimida de Argentina o en zonas de Uruguay donde la conservación de los pastizales naturales se asocia a un buen manejo ganadero regenerativo, está bien manejarlo; pero donde hay que deforestar monte nativo, es pésimo.
El biochar, ¿es siempre bueno? Si estamos en la ciudad y hay residuos de poda, puede ser una alternativa, pero que ni se nos ocurra sacar rastrojo de un campo para producir biochar, eso tiene que volver al suelo y nutrirlo.
Las forestaciones, ¿son siempre buenas? En lugares donde se plantan especies nativas pueden ser positivas, pero si el ecosistema natural es un pastizal y se establece una forestación monoespecífica con una especie exótica, se puede generar degradación y salinización, así como graves alteraciones al ciclo del agua, entre otros aspectos.
A veces los emprendedores se enamoran de una tecnología y quieren aplicarla en todos lados, pero eso no es correcto. Otro problema es pensar en una sola dimensión (en el caso de los proyectos sustentables, considerar solo los beneficios en reducción de carbono, por ejemplo).
El gran problema de los sistemas alimentarios es que manejamos ecosistemas completos y complejos pensando solamente en una variable. Manejo un ecosistema que tiene una laguna, un pastizal, etc. para producir soja a corto plazo. Puedo hacerlo un tiempo, pero, mientras tanto, destruyo otras cosas. Y así como no se pueden manejar ecosistemas complejos pensando en una variable, tampoco se pueden transformar considerando solo una tecnología o una variable.
Tenemos que manejar los ecosistemas en sus múltiples variables. Pensar sistemas alimentarios regenerativos en los que se reduzca la cantidad de insumos necesarios, en los que se integren las soluciones y se generen sinergias entre ellas, en los que usemos mucho más el conocimiento de la ecología del lugar.
Para lograr una transformación a nivel global, la solución es polifacética y enfocada en múltiples dimensiones.
Esperamos que esta edición les haya resultado motivante, y les deseamos felices fiestas y mucha energía para seguir trabajando en impulsar la economía regenerativa en 2025.
¡Gracias por acompañarnos!
Convocatorias abiertas y agenda de eventos
Climate Intervention Environmental Impact Fund. Hasta el 1 de diciembre se puede aplicar a los grants del CIEIF por USD 75.000. Apoya a proyectos innovadores de intervención climática de todo el mundo que necesiten financiamiento para una evaluación de impacto ambiental enfocada, modelado de impacto y/o divulgación entre las partes interesadas públicas.
NextEra Energy Seed Competition (Global). Hasta el 1 de diciembre emprendedores con startups en las categorías de ciberseguridad, análisis de datos e IA, descarbonización y transición energética, en etapa Pre-Series A y con un plan de negocios con forecast de tres años, pueden participar de esta competencia. El ganador puede recibir hasta USD 1 millón en inversión (términos a negociar).
GRIDX tiene abierta su convocatoria a la camada 2025 de IGNITE. Durante tres meses, alrededor de 20 equipos científicos de América Latina se encuentran con personas del mundo de los negocios para transformar sus proyectos en startups que aporten soluciones a problemas grandes. Los equipos que logran consolidarse reciben una inversión inicial de USD 250.000.
Oportunidades de financiamiento Corfo (Chile). La Corporación de Fomento de la Producción de Chile (Corfo) tiene abiertos dos programas para financiamiento de proyectos sostenibles. Hasta el 4 de diciembre se puede aplicar a “Iniciativa Sostenible” (fondo de 17.000.000 CLP) y hasta el 19 de diciembre “Crea y Valida con foco en Sostenibilidad” (fondo de 220.000.000 CLP).
Climate and Care (Global) es una iniciativa respaldada por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) y liderada por un consorcio que incluye al UNRISD, Oxfam Canadá, Fundación Avina y la Alianza Global para los Cuidados. Su objetivo es apoyar prácticas innovadoras que conecten el clima y los cuidados para promover un desarrollo equitativo, sostenible y una transición justa. Pueden postular organizaciones de base, ONGs o movimientos del Sur Global que trabajen en agendas climáticas y de cuidados. Ofrecen USD 50,000 en financiamiento. Hasta el 10 de diciembre.
Curso Skills for the Green Transition. Hasta el 9 de diciembre se puede aplicar a una beca para este curso ofrecido por Santander y Cambridge Judge Business School. Ofrece herramientas para enfrentar los desafíos ambientales desde el ámbito laboral y no requiere experiencia previa. Inscripción
Fondo Córdoba Ciudad Inteligente (Argentina). Hasta el 16 de diciembre, las startups de impacto pueden aplicar a esta convocatoria impulsada por la Municipalidad de Córdoba y BID Lab. Son bienvenidos emprendimientos innovadores de Iberoamérica en #Govtech, #CircularEconomy, #CivicTech, #ClimaTech, #Cibersecurity, #Edtech, #Fintech, #Healthtech, #Insurtech, #Mobility, #Proptech, #SocialTech y #WorkerTech.
CryptoForGood IV es un fondo de Mercy Corps que apoya innovaciones en web3 que promuevan la inclusión financiera y la resiliencia climática en mercados emergentes. Los proyectos pueden aplicar para recibir hasta USD 100.000 en grants (sin participación accionaria) hasta el 20 de diciembre.
Programa ACCEL (Global). Hasta el 7 de enero, startups de tecnología climática lideradas por personas negras, indígenas y de color (BIPOC) pueden aplicar a este programa que busca promover la diversidad, equidad e inclusión en la energía limpia y la tecnología climática. Es organizado por Greentown Labs, la mayor incubadora de tecnología climática de América del Norte, y Browning the Green Space (BGS). Ofrece incubación, aceleración, mentoría y un plan de estudios, además de fondos no dilutivos de hasta USD 25.000.
beVisioneers es un programa global de Mercedes-Benz y The DO School Fellowships, diseñado para capacitar y apoyar a innovadores de entre 16 y 28 años que deseen llevar a cabo proyectos positivos para el planeta. Tras completar un intensivo de 12 meses, los becarios continúan fortaleciendo sus iniciativas y desarrollando habilidades de liderazgo dentro de una comunidad a largo plazo. Este año, el programa está abierto a jóvenes de Chile, Costa Rica, Panamá y México. Se puede aplicar hasta el 12 de enero.
Cumbre Mundial de Energía del Futuro (Abu Dabi). Climate Innovations Exchange (CLIX) es una plataforma que conecta a empresas emergentes e inversores en la Cumbre Mundial de Energía del Futuro, que se llevará a cabo en Abu Dabi del 14 al 16 de enero de 2025. CLIX ofrece 25 viajes a empresas emergentes de tecnología climática lideradas por mujeres de todo el mundo para que presenten sus proyectos y obtengan inversiones. Más info
Excelente informe! Muchas veces leo documentos que son demasiado técnicos y casi nunca llegan a entenderse o son claros, y en este sentido, no hay efecto activo sobre como generar impulso y seguido accionar para enfrentar los desafíos.
Soluciones CONOCIDAS, aunque no complejas son super practicables.
Invaluables aportes, me quedo con 1) no demonizar ni idealizar ninguna solución, ver todo en su debido contexto (ej: ganadería en pastizales naturales vs feedlot, o biochar), y 2) no enamorarse de la tecnología per sé, no caer en la tecnocracia si no saber usarla inteligentemente.