[VERSIÓN AMPLIADA] Narrativas, capital y transición climática: 20 inversores opinan sobre lo que viene
En esta edición extendida del newsletter de julio, compartimos los testimonios completos de los/as participantes.
Para nuestra edición de julio del newsletter, exploramos cómo se reconfigura la acción climática en un mundo donde se desarman consensos globales, crecen las tensiones geopolíticas y se exige cada vez más impacto tangible a las soluciones. Conversamos con 20 inversores y líderes del ecosistema que evalúan ideas, acompañan equipos y movilizan capital todos los días, y compartimos una síntesis de los principales hallazgos.
En esta edición ampliada, publicamos los testimonios completos. Por si quieren profundizar en lo que dijo alguna persona en particular, o leer de corrido las visiones diversas sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta la inversión climática en este nuevo contexto.
Las preguntas que realizamos fueron:
En los últimos años, temas climáticos como la eficiencia energética o la adaptación ganaron relevancia estratégica. Al mismo tiempo, surgieron narrativas más escépticas en torno a la acción climática en algunos centros de poder global. ¿Cómo interpretas este cambio de contexto? ¿Qué implicancias -si alguna- tiene para el desarrollo de soluciones climáticas en la región?
¿Qué impacto -si alguno- están teniendo estas dinámicas en sus tesis de inversión o selección de proyectos?
¿Qué nuevos desafíos y oportunidades observan para la región? ¿cómo ven el escenario de inversiones en soluciones climáticas o regenerativas hacia los próximos años?
Si llevan su cursor al extremo izquierdo de la pantalla, Substack permite navegar el artículo por subtítulos, lo cual es útil para encontrar las secciones de cada entrevistado/a.
Nuevamente, ¡muchas gracias a los/as inversores/as que participaron con sus opiniones!
Matías Peire, founder y CEO de GRIDX (Argentina)
La forma de combatir esta reducción de la visibilidad y el interés por narrativas de impacto o acción climática es centrar la discusión climática no tanto en el futuro sino en el presente. Tenemos degradación de suelos, de agua, de pérdida de biodiversidad, que generan impactos claros en sistemas productivos hoy; no hay que esperar a que se cumplan las promesas que la ciencia trae respecto a la volatilidad y a los problemas que ésta traerá para el mundo.
Hay una oportunidad en entender las problemáticas actuales y en hacer a las producciones más sustentables por los beneficios productivos. Esto hace que estemos más enfocados en la eficiencia productiva, en la mejora de costos, en los análisis de P&L de los negocios que traen las soluciones. Siempre fue así para nosotros, pero hoy está exacerbado. Y eso va a terminar trayendo las soluciones reales que el mundo necesita, que natural y genuinamente van a desplazar a prácticas no sustentables.
Siempre parecía que el problema estaba lejos en Latinoamérica, porque no somos grandes emisores de dióxido de carbono, pero si tomamos el framework de los límites planetarios, el problema lo tenemos muy cerca. El aporte que hace la utilización de suelos y la producción de alimentos al desequilibrio de esos límites es mucho mayor del que hacen las emisiones de gases de efecto invernadero, y somos grandes productores de alimentos: dependemos de la naturaleza para seguir teniendo esa ventaja y ese lugar en el mundo. Si no nos adaptamos, el sistema productivo latinoamericano va a sufrir mucho.
Tenemos la masa crítica disponible en ciencias de la vida, que pueden traer las soluciones para esa resiliencia productiva que necesitamos. Veo una oportunidad para que esa adaptación pueda surgir de la región. Ya se ven indicios en el apetito por la adopción de insumos biológicos en el agro extensivo. Todavía no está definido el universo de productos y servicios relacionados a esa necesidad, pero esa es la gran oportunidad, ¿no?
Laura Ortiz Montemayor, Chief Purpose Officer de SVX México y GP de Regenera Ventures Fund (México)
Había comentado que 2024 iba a ser el año en el que por fin el capital natural iba a llegar al mainstream de finance y se logró. Fue la primera vez que la COP de biodiversidad tuvo más drive que la COP de cambio climático. Eso tiene muchas implicaciones para el sector de capital natural. Por un lado, cada vez es más conocido y hay más entidades abordándolo dentro de sus estrategias–como Goldman Sachs y BBVA. Por otro, algunos de estos nuevos jugadores llegan sin compromiso sobre la justicia social o el impacto positivo para las comunidades; vienen con una visión extractiva.
El cambio de postura de Estados Unidos es a nivel federal, pero en California y en otros estados sigue habiendo apoyo al tema climático. Efectivamente, hay cosas en pausa para mover capital—una disminución del empuje y del momentum, que se ha sentido en México y en Colombia, a donde estaban destinados presupuestos grandes para finanzas climáticas.
Nuestra tesis de inversión no ha cambiado, lo que cambió es nuestro nuestro pool de inversionistas. Pero seguimos invirtiendo 100% en capital natural, soluciones basadas en la naturaleza y transición a manejo regenerativo de paisajes productivos. Producción, valor agregado, productos para el consumidor, proyectos forestales y de ecoturismo: todo lo que conlleva regeneración del paisaje.
El escenario de las inversiones climáticas o regenerativas está creciendo muchísimo. En el Latin American Regenerative Investment Summit (LARIS), que organizamos en marzo de 2025, presentamos siete fondos viendo a la transición regenerativa como un tema interesante, invertible y con un potencial gigante. En el showcase, 12 seleccionados presentaron su caso y promediaron USD 600.000 por inversión.
Uno de los desafíos es dejar de ver a Latinoamérica como un banco de commodities para el mundo y empezar a ser el laboratorio de biodiversidad para el mundo. Vencer estas ideas extractivistas y neo-colonizadoras que vienen a monetizar la biodiversidad a favor del Norte Global a costa del Sur Global. El otro enorme desafío son las zonas de sacrificio: la transición energética se hace a costa de minería en el Sur Global. Tenemos que estar muy unidos, apoyando a las comunidades. Pero eso no opaca que la transición regenerativa para toda Latinoamérica es una gran oportunidad; hay que seguir construyendo condiciones para la vida plena.
Timothy Rann, Managing Partner de Mercy Corps Ventures (Ecuador)
En Estados Unidos, el mundo corporativo está tratando de entender dónde están las líneas en lo que respecta a diversidad, equidad e inclusión, ESG y clima, porque la nueva administración cambió su retórica y sus políticas. Se han tomado medidas drásticas, pero la mayoría de las empresas sigue, ya sea abiertamente o en silencio, integrando el análisis de riesgo climático en lo que hace. Cómo se relaciona el clima con la cadena de suministro, la eficiencia energética, las fuentes de energía y el riesgo ya son principios empresariales, y se siguen destinando recursos a ello. Los presupuestos específicos para sostenibilidad se están integrando a áreas que se alinean con los intereses y prioridades del negocio. La administración actual aceleró esta tendencia.
Europa está lidiando con muchos de los mismos desafíos que Estados Unidos (cómo hacer crecer una economía basada en la manufactura, invertir en IA, liderar en innovación) pero sus líderes políticos están tomando otra postura. Dicen: si querés vender productos agrícolas o commodities basados en la naturaleza en la UE, tienen que cumplir con estándares de sostenibilidad, y eso empieza con que sean libres de deforestación. Dejan atrás cosas como el comercio justo voluntario o las certificaciones, y dicen: esto es un requisito. Eso es un gran cambio: de un régimen de sostenibilidad voluntaria a uno regulado. Ofrecer herramientas y recursos para el cumplimiento de esas normas abre nuevas oportunidades de mercado para los países emergentes.
Aunque la retórica política en torno al clima pueda parecer negativa, la dirección a largo plazo sigue ahí. Lo que más me preocupa es que el clima es un problema exponencial. Cuanto más esperemos, peor se va a poner. Y no creo que podamos salir de esto solo con soluciones del sector privado. Eso está bien, pero es demasiado lento.
Dicho esto, el sector privado se está moviendo. El capital está virando, y rápido. La producción de garbanzos y lentejas se está trasladando al norte de Canadá, por ejemplo, porque ahí es donde el clima lo permite. Las aseguradoras se están retirando de partes de California y Florida porque simplemente ya no son asegurables. No están pidiendo permiso. Es fácil para alguien con recursos comprar tierras en Canadá y obtener un buen retorno, pero eso deja atrás a las personas más vulnerables y menos responsables. Si la transición está impulsada únicamente por el mercado, no solo será más lenta, también será excluyente.
A pesar de eso, hay mucho potencial en Latinoamérica no solo para participar en la transición, sino para liderar partes de ella. Las personas menos responsables del cambio climático y más afectadas por él son, muchas veces, las que tienen la visión más clara de qué soluciones van a funcionar. Y muchas de ellas ya están innovando de formas que tienen sentido para sus contextos. En EEUU o Europa tenés industrias enormes y consolidadas con grandes intereses en mantener el statu quo. Eso también existe en Latinoamérica, pero hay más apertura a repensar los sistemas.
Y si uno hace un zoom out y mira a la región estructuralmente, está increíblemente bien posicionada. Tiene talento tecnológico, una fuerza laboral relativamente joven y educada, ventajas de costos, alineación horaria con EEUU: todo eso la convierte en un gran lugar para construir. Tiene biodiversidad, fortaleza agrícola, minerales clave, lo que se te ocurra. Es un punto clave de capital natural a nivel global.
Así que a medida que crece el mercado alrededor de cosas como la captura de carbono, los créditos por biodiversidad, el uso regenerativo de la tierra, Latinoamérica va a estar en el centro. No solo como fuente de materias primas, sino como generadora de nuevas ideas y nuevos modelos.
Juan Pablo Garavaglia, founder y CEO de ARCHE (Argentina)
[El contexto] depende mucho del país o de la región. Europa está muy avanzado en temas de eficiencia energética e impacto climático, muchas iniciativas y fondos que tienen ese foco están basados en Europa, el downside es que se desarrollan país a país. Estados Unidos es una potencia y marca la cancha, y el presidente Trump está reasignando fondos climáticos y científicos hacia infraestructura, defensa y oil & gas. Es habitual que EEUU tenga esos vaivenes. Los proyectos que estábamos analizando allí en temas como hidrógeno, biochar, captura de carbono, energías renovables o almacenamiento de energía están parados, y hay dudas de cómo la EPA va a actuar en permisos o cómo se van a manejar los subsidios del IRA.
Los temas climáticos tienen que tener viabilidad comercial; tienen que ser profitable y luego climáticos, esa es la regla ahora. Latinoamérica sigue siendo un ecosistema inmaduro, con pocos actores y capital disponible. A la mayoría de las startups les falta bastante para avanzar y competir a nivel mundial. En climate tech vemos dos o tres startups muy buenas por año, al resto le falta mucho. Como inversor, a veces podés compensar esas falencias, pero otras no.
En Arche ampliamos el espectro a varias verticales deep tech desde el inicio, lo que nos ayudó a contar con deal flow de calidad. Desarrollamos nuestros dos fondos VC (Pre-Seed Arche Women on STEM y el Seed CVC de Arche) con capital propio, lo cual nos vuelve independientes de la situación de EEUU, porque hoy levantar capital para un nuevo fondo climate tech con inversores de allí es casi imposible–y una razón de la falta de capital en la región. Bio tech e IA siguen siendo pilares fuertes en la región, y algo de capital aparece porque hay interés global en ellos, sumado a que el nivel de las startups en esas áreas es muy bueno, clase mundial.
No hemos cambiado nuestra tesis, pero sí el análisis de la posibilidad de crecimiento de las startups. Nos piden consejo para expandirse a Estados Unidos o a Europa, y esos players tienen reglas muy distintas. Esto nos da una idea de si van a recibir capital adicional en rondas Serie A, B, etc. Hoy es más difícil para las startups locales seguir avanzando fuera de la región.
Del lado inversiones, hay muy poco capital disponible en Latinoamérica: hay pocos fondos de impacto, sumado a que los LPs de la región se están tornando a formas más tradicionales de inversión (recursos naturales como Vaca Muerta o litio, por ejemplo) o real state. Hay algo de FOMO, a lo que no adherimos, y pocos hacen due diligence, con lo cual la locación de capital termina siendo ineficiente y a veces ilógica.
En climate tech, hay muchos avances a nivel global y la región se está quedando atrás. Vengo de Berlín, donde participamos en el Deep Tech Momentum, y tuve la posibilidad de reunirme con startups europeas de nuevos materiales, AI, fusión nuclear–todo muy de avanzada, casi imposible de competir desde acá porque tienen otro soporte, como fondos de Universidades y de gobiernos.
Por último, está el tema de regeneración, que venimos siguiendo hace tiempo. Estamos preparando un proyecto específico fuera de ARCHE para atraer capitales europeos a proyectos regenerativos de Latinoamérica, pero es un tópico aún poco elaborado. Hay muchas conversaciones sobre regeneración–sobre todo como modo de vida–, pero cuando buscas proyectos con potencial de escalar, son pocos. Vemos cosas interesantes en Argentina, Colombia, México, Costa Rica. Hace falta mucho trabajo, aunque el potencial está.
Equipo Sunna Ventures (México/Estados Unidos)
El cambio de contexto responde, en parte, a la falta de resultados concretos por parte de algunas tecnologías promovidas en la última década y a una creciente demanda de soluciones más pragmáticas, rentables y escalables. La narrativa dominante está evolucionando: de una visión filantrópica de la sustentabilidad hacia una más centrada en eficiencia, impacto y retorno económico. Conceptos como “seguridad energética” han ganado protagonismo, impulsando la transición energética no solo por razones ambientales, sino también por necesidad estratégica y económica. Esto representa una oportunidad para Latinoamérica: el enfoque ya no es únicamente ser “verde”, sino ser parte crítica de la solución global desde un ángulo competitivo y estructuralmente necesario.
En Sunna estamos ajustando nuestra tesis para ir un paso atrás en la cadena de valor. En lugar de enfocarnos exclusivamente en soluciones de consumo final, buscamos tecnologías habilitadoras en sectores estratégicos para la transición energética: minerales críticos, automatización y robótica industrial, resiliencia energética y soluciones de adaptación al cambio climático. Estas áreas son fundamentales para destrabar cuellos de botella en la transición. Creemos que el futuro está en invertir en las bases tecnológicas y operativas, que permitirán escalar soluciones climáticas efectivas.
Uno de los principales desafíos en la región es desarrollar modelos de negocio climáticos que no dependan de subsidios o políticas regulatorias, sino que se sostengan por su valor intrínseco en eficiencia operativa, reducción de costos y escalabilidad. Vemos oportunidades importantes en modelos que integren el impacto climático con un retorno financiero competitivo, particularmente en sectores como energía distribuida, agricultura regenerativa, infraestructura resiliente y tecnologías de mitigación o captura de carbono.
A futuro, proyectamos un ecosistema de inversión más maduro, donde los criterios climáticos estarán integrados estructuralmente en la evaluación de riesgo y valor. La región tiene una ventaja comparativa en recursos naturales, talento técnico y espacio para innovar modelos desde cero. El desafío es capitalizar esa oportunidad antes de que otras regiones capturen ese valor estratégico.
Galit Flasterstein, managing partner de Danta Fund (Costa Rica)
En agtech, las soluciones climáticas se pueden ver desde dos perspectivas. El agricultor está interesado en la sostenibilidad, pero–antes que nada–está interesado en la efectividad de su negocio. Tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica, los agricultores son abordados constantemente para aplicar soluciones sustentables, pero si ellas no conllevan un ahorro en costos y mayor producción, no están dispuestos a adoptarlas. Por otro lado, tenemos a las grandes corporaciones, que tienen el mandato de volverse más sustentables pero tienen de cliente al agricultor. Las soluciones que las startups deben ofrecer tienen que cumplir tanto con un beneficio comercial como uno de sostenibilidad.
La mayoría de las aplicaciones que recibe Danta Fund ya toman en cuenta a la sostenibilidad. Sin embargo, nuestra tesis y la escogencia de las startups analizan primero el éxito comercial, y segundo el beneficio ambiental. Como invertimos en etapas tan tempranas, el beneficio ambiental aún no puede ser medido, pero el comercial sí puede ser validado con pruebas de campo.
En agtech las soluciones climáticas y regenerativas ocupan casi el 100%. La primera startup en la que invertimos, Unibaio, no solo le ahorra dinero a los agricultores con un producto más barato que los convencionales, sino que al ser natural, ayuda a que el suelo se regenere. Además, permite al agricultor a bajar el uso de agroquímicos, le facilita la exportación a países con normativas exigentes, y aumenta sus ventas–no solo por la facilidad para exportar, sino porque los productos se presentan como más saludables ante el consumidor.
Andrés Baehr, managing partner de Savia Ventures (México)
[El cambio de contexto] significa que tenemos que olvidarnos del "green premium" y buscar soluciones con propuestas de valor que apunten a un ahorro de costos o aumento de utilidades. Los startups de la región ya están adaptados a esta realidad o irán incorporándola. Es una ventaja para Latinoamérica, donde las startups están acostumbradas a la falta de subsidios. Nacieron en resiliencia.
Nuestra tesis ya tenía este criterio. Las empresas necesitan soluciones para bajar costos de energía, reducir consumo de agua, y la lista sigue. Si es "acción climática" o no, es irrelevante. La realidad es que la gran mayoría no sabemos realmente qué es "acción climática". Mejor cambiar la narrativa. En Savia, palabras como "impacto", "sustentabilidad" y "regeneración" las usamos lo menos posible.
Estamos en un momento de oportunidad, sobre todo en "climate deep tech". La necesidad por estas soluciones solo aumentará. Las corporaciones están cada vez en mayor necesidad financiera y operacional de mitigar el impacto climático en sus cadenas de valor. Veo el escenario que queramos crear: Latinoamérica como una gran incubadora de soluciones climáticas resolviendo problemas a escala mundial. Potencial desbloqueado y mucha guita para los que vieron esta oportunidad, como Antom.
Waldo Soto Bruna, co-founder y director de 2811, co-founder de Reciprocal (Chile)
El contexto hoy es cambiante e incierto. Pero si asumimos que vivimos en un entorno de incertidumbre, entonces esa incertidumbre no debería sorprendernos. La clave está en cómo respondemos. Esto requiere una estrategia y un liderazgo adaptativos. La incertidumbre cambia según la región, la industria, el país. En Europa, por ejemplo, la guerra, el freno al gasto público, el bajo crecimiento y los vaivenes políticos cambian constantemente el panorama. En Estados Unidos, las modificaciones a los subsidios a autos eléctricos también alteran las reglas del juego. Tenemos que aprender a emprender en ese contexto.
No se puede depender de un solo cliente o de un solo producto. Hay que buscar modelos de ingresos mixtos, evitar las ventas "one-shot", y diversificar el tipo de financiamiento. No todo tiene que venir del mercado: puede venir de cooperación internacional. Por ejemplo, en Bolivia, el Reino Unido está invirtiendo fuerte en el sector de baterías de litio, lo que abre oportunidades para muchas empresas locales.
Parece obvio, pero vale repetirlo: tenemos que resolver problemas reales. Ya no alcanza con ideas abstractas o plataformas sin una aplicación concreta. Más que nunca, las soluciones tienen que tener base científica, impacto medible, y resolver un problema tanto para el mercado como para la sociedad.
También es un momento para mantenerse livianos como empresa. Con IA, con talento global, con estructuras más flexibles, no tiene sentido mantener estructuras sobredimensionadas. Mantenerse ágil es casi un mantra. Y otra clave: darle tiempo y energía a la legitimidad. Estamos resolviendo temas muy reales, que pueden afectar directamente las finanzas de una empresa o los objetivos de política pública. Todos los esfuerzos colectivos, gremiales o de coalición que buscan sostener la narrativa climática en la opinión pública son importantes. Hay que seguir invirtiendo en esa articulación.
Puede ser que el scouting se vuelva más caro, y que los fondos prioricen empresas que ya tienen ingresos o una cartera de clientes sólida, para reducir el riesgo. En contextos volátiles, muchos fondos tienden a compensar el riesgo exógeno (el contexto global) bajando su riesgo endógeno (el tipo de portafolio que eligen). Eso probablemente los lleve hacia industrias más estables: la eficiencia energética, por ejemplo, es una vertical donde ya hay bancos y financiamiento estructurado. Ahí puede haber más movimiento. También puede pasar que busquen geografías más estables, o muden sus operaciones a países con menor riesgo. Vemos algo de eso con startups que se están yendo de EEUU, a Europa o al Reino Unido. También podría haber un bajón en el pipeline de startups en etapas avanzadas. Menos startups llegando con tracción sólida a una serie A o B. Eso impacta en los fondos que invierten en crecimiento.
El contexto global es complejo. La guerra no se siente tanto en Latinoamérica, pero tiene impacto. Hay muchos fondos e inversionistas vinculados a Israel o Alemania, y todo eso termina bajando al resto del sistema, incluso a quienes invierten en Latinoamérica. Pero siempre hay oportunidades. El desafío es enorme, y por eso la oportunidad también lo es. Hay espacio para hacer mejores empresas en transición energética, mejores soluciones agroecológicas, mejores propuestas en urbanismo, construcción, ciudades, gestión de datos. La necesidad sigue ahí, y eso mantiene viva la oportunidad.
Tomás Rauch, inversor en Tech Energy Ventures (Argentina)
El cambio de contexto refleja una reconfiguración geopolítica profunda, en la que el impulso climático movido por agendas políticas occidentales comienza a dar paso a narrativas centradas en soberanía energética, protección industrial y eficiencia del gasto público. A pesar de ello, las inversiones globales en transición energética siguen creciendo (USD 2,1 trillones en 2024, +10% respecto al año anterior), lo que sugiere que la oportunidad estructural persiste.
Para Latinoamérica, donde nunca asumimos vientos regulatorios favorables como condición para invertir, este nuevo escenario representa una validación de nuestro enfoque. El foco se traslada de la dependencia de subsidios o mandatos regulatorios a modelos de negocio capaces de entregar productos y/o energía de manera más limpia y más barata por mérito tecnológico. Regiones como la nuestra (ricas en recursos) pueden apalancarse en esa ventaja competitiva para desarrollar a escala sectores como el de solar y baterías, minerales críticos, geotermia avanzada o combustibles sustentables, por mencionar algunos.
Nuestras tesis no han cambiado en esencia. Al contrario, el nuevo contexto refuerza nuestra convicción en soluciones tecnológicas que pueden prosperar por la conveniencia económica y estratégica. Por ejemplo, seguimos invirtiendo en nodos clave de la cadena de baterías, incluyendo tecnologías de extracción y purificación de litio, y en empresas que reubican capacidades industriales apalancadas en know-how con expertise global.
El sector energético atraviesa un momento histórico. Tras dos décadas de estancamiento, se proyecta que la demanda eléctrica en EEUU se duplicará en los próximos 20 años, y que cerca del 80% de esta nueva demanda sería cubierta con energía renovable. El crecimiento de la demanda de electricidad global -impulsado por la expansión de data centers y la relocalización de capacidad industrial- está generando oportunidades concretas para tecnologías de generación limpia y firme, como la geotermia (sector en el que invertimos desde los inicios del fondo y que seguimos viendo como pilar de la transición), el almacenamiento de larga duración y la energía nuclear.
Por otro lado, persisten necesidades críticas de descarbonización en industrias de difícil abatimiento, como el acero y el cemento. Mantenemos la convicción de que surgirán tecnologías capaces de abordar estos desafíos a costos competitivos. En línea con esta visión, estamos construyendo nuestra posición mediante apuestas como Tulum Energy: nuestro proyecto de venture building que plantea abastecer de hidrógeno turquesa a plantas industriales, con el objetivo de descarbonizar operaciones industriales de manera eficiente y económicamente viable.
El principal desafío para la región es adaptarse a un mundo más fragmentado, con mayores barreras comerciales y dependencia tecnológica, especialmente en sectores estratégicos como movilidad eléctrica y almacenamiento. Sin embargo, esto también abre oportunidades para reposicionar a la región como fuente de recursos críticos, capacidades industriales y talento.
Vemos un escenario con alta volatilidad pero también con oportunidades históricas. En un mundo que ya no persigue solamente la descarbonización, sino también la abundancia energética y la competitividad industrial, Latinoamérica puede jugar un rol clave. Nuestra estrategia para los próximos años se centra en identificar oportunidades donde la tecnología (no la regulación) sea el principal vector de creación de valor. Y apalancando la experiencia del Grupo Techint y sus capacidades, pensamos que se pueden desarrollar grandes cosas.
Catalina Taricco Zañartu, COO y CMO de Impacta VC, presidenta de la Asociación Chilena de Venture Capital (Chile)
Los desafíos medioambientales ya no son una necesidad a futuro, son una emergencia del presente. Las narrativas escépticas que han surgido en centros de poder muchas veces responden a intereses económicos o políticos de corto plazo. En algunos casos, incluso, son posturas populistas que apelan a la desinformación, lo cual me parece profundamente maquiavélico.
En Latinoamérica, donde ya estamos viviendo las consecuencias del cambio climático (sequías, pérdida de biodiversidad, inseguridad alimentaria) este tipo de escepticismo representa un riesgo, porque retrasa la asignación de recursos, puede frenar la innovación sostenible y hasta desincentivar políticas públicas urgentes.
Pero hay lugar para la esperanza. Este mismo contexto ha llevado a muchas personas y organizaciones a redoblar esfuerzos y actuar con más decisión. Desde nuestro rol como fondo de inversión de impacto, estamos comprometidos con apoyar soluciones climáticas concretas, que no solo sean sostenibles, sino regenerativas. Porque el mundo que dejemos a nuestros hijos depende, sin duda, de las decisiones que tomemos hoy.
En nuestra tesis de inversión, estas narrativas escépticas no solo no nos frenan, sino que refuerzan nuestra convicción. Son un recordatorio de la urgencia que tenemos por delante y de la necesidad de seguir visibilizando los problemas que enfrentamos como humanidad. Y de actuar con decisión. Vemos una oportunidad enorme en emprendedores que están creando propuestas regenerativas, resilientes y escalables. Creemos que en contextos de negación o retroceso, tiene más sentido movilizar capital con propósito.
Latinoamérica todavía arrastra grandes brechas en infraestructura para la innovación y en desarrollo tecnológico. Pero justamente por eso hay tanto por construir. Contamos con abundancia de recursos naturales, una biodiversidad única y un ecosistema emprendedor cada vez más dinámico. Todo eso nos posiciona estratégicamente para liderar soluciones climáticas a nivel global.
Invertir en soluciones regenerativas es una oportunidad real de negocio. Es una tesis de inversión atractiva, con retornos competitivos, y con un interés creciente de parte de grandes fondos e inversores institucionales. Lo vemos reflejado en el surgimiento de vehículos especializados, en el crecimiento de verticales como climate tech, y en que estos temas ya están presentes en agendas tanto públicas como privadas. Queda mucho camino por recorrer, pero la dirección es clara. Nuestra tarea, como sector, es seguir empujando esta transformación con intención, capital y colaboración, para que esa oportunidad se traduzca en soluciones reales para la región y para el planeta.
Carlos Becco, Senior advisor en agtech, autor de “La revolución digital del agro” y “De Villanos a Héroes” (Argentina)
Estoy convencido de que la evidencia científica que soporta la crisis climática es contundente y la necesidad de trabajar en eficiencia energética, imprescindible. También de que las narrativas más escépticas que han surgido en algunos centros de poder global obedecen a intereses sectoriales que intentan defender una situación de privilegio. Lamentablemente generan confusión y -posiblemente- ralentizan el avance de los proyectos climate tech, aunque no los detienen.
El componente de sostenibilidad se ha convertido en un requisito imprescindible en todos los proyectos de inversión que acompañamos o invertimos. Es un must absoluto.
Todas las semanas recibo noticias de nuevos fondos de inversión llegando a la región, en los que el foco en soluciones climáticas o regenerativas es una prioridad o al menos un interés destacado. Y también compruebo que grandes jugadores del sector agropecuario deciden apostar a la innovación: tal es el caso de grupos como ACA o La Segunda, que anunciaron importantes inversiones en fondos como Innventure y SF500. La demanda crece de una manera sostenida. La limitante es que la mayoría de estos fondos invierten en estadios tempranos, y no tienen la capacidad de liderar rondas.
Gideon Blaauw, regional lead de CleanTechHub (Colombia)
Este año hubo muchos cambios impulsados por el nuevo posicionamiento de Estados Unidos. Las posturas institucionales y las estrategias empresariales están ajustando sus visiones hacia 2030 o 2050. También están cambiando las narrativas: por ejemplo, ahora se habla de crecimiento verde en lugar de cambio climático.
En lo operativo, esto no nos afecta directamente, ya que siempre nos hemos posicionado desde el concepto de tecnología limpia. Lo que sí cambia es la narrativa. El crecimiento verde es uno de los ejes actuales, y eso va bien con nuestra visión porque nunca hemos promovido ideas de decrecimiento ni de limitar el crecimiento. No somos activistas. Nuestro enfoque emprendedor siempre ha estado ligado a la innovación, la disrupción y el crecimiento.
En cuanto a Latinoamérica, veo muchas oportunidades. Nuestras economías se parecen más a las de África o del sudeste asiático que a las de Europa o Norteamérica. Hay mucho por aprender del Sur Global y también mucho que compartir. Por ejemplo, en economía circular, donde hay estructuras muy informales, podemos aprender de cómo se están organizando en otras regiones y pensar en cómo formalizar esos procesos.
Nuestro enfoque está en áreas transversales como transición energética, economía circular y bioeconomía. Son campos que pueden transformar cadenas de valor enteras: desde empresas locales hasta multinacionales, pueden influir en sus emisiones de alcance 1, 2 y especialmente 3. Ahí está la clave: cómo transformar sistemas completos.
Una pregunta que nos hacen es si realmente existen mercados de inversión en Latinoamérica o si son demasiado difíciles. Creemos que sí están, pero solo responden a propuestas verdaderamente sólidas. Si la propuesta no es clara, simplemente no será identificada.
Eugenio Cantuarias, Partner de AceleraLatam (Chile)
El cambio de narrativa no implica una pérdida de relevancia del problema, sino un reordenamiento de prioridades y expectativas frente a la presión económica, geopolítica y tecnológica. Vemos una divergencia entre la narrativa política y el avance práctico del capital y la tecnología.
En Latinoamérica, el impacto inmediato es menor. La región no define las narrativas globales, pero sí recibe con fuerza las externalidades del cambio climático: estrés hídrico, inseguridad alimentaria, degradación de suelos. Esto hace que las soluciones regenerativas y de adaptación sean no opcionales, sino inevitables. Esto aumenta el sentido de urgencia local y la necesidad de soluciones propias que no dependan de acuerdos globales.
Desde AceleraLatam y AceleraVentures no hemos ajustado nuestra tesis por cambios de narrativa, pero sí hemos sofisticado nuestros filtros: buscamos soluciones con aplicación inmediata, tracción técnica validada y retorno ambiental-económico medible; favorecemos modelos con integración vertical o alianzas locales, para no depender de agendas políticas ni incentivos frágiles; y prestamos más atención a modelos con “climate resilience as a service”–tecnologías de adaptación en agricultura, manejo de agua y captura de carbono regenerativa–más que offsets financieros. Además, hemos detectado un interés creciente por modelos híbridos (climate tech + fintech, o climate tech + supply chain), lo que requiere un enfoque más transversal desde la aceleración e inversión.
El principal desafío para la región es la falta de infraestructura de capital paciente. Muchos fondos aún tienen horizontes cortos y alto apetito por crecimiento tipo SaaS, que no siempre calza con los ciclos de validación de una startup climate tech. La asimetría de conocimiento técnico entre founders e inversionistas es real. Muchas soluciones deep tech regenerativas requieren redes técnicas, no solo capital. Y faltan mecanismos claros de medición de impacto regenerativo que sean simples, auditables y escalables.
La región tiene condiciones únicas de biodiversidad, biomasa y talento científico para liderar modelos de regeneración aplicados a alimentos, agua, suelo y energía. Hay una nueva generación de founders que entienden regeneración no como filantropía, sino como estrategia de resiliencia empresarial. Vemos apetito en family offices, corporativos y vehículos alternativos (SPVs, debt climate-linked) para co-invertir en soluciones con impacto real y validación técnica.
El clima de inversión no depende del convencimiento ideológico, sino de demostrar que es un buen negocio resolver el problema más grande de la región.
Erika Sánchez Herrera, Coordinadora de la Iniciativa CATAL1.5°T, Cooperación Técnica Alemana (GIZ) en México
En Latinoamérica se ha logrado crear una inercia hacia la acción climática que, si bien enfrentará retos por nuevas decisiones en el entorno global, no se detendrá. Porque cada vez más actores se han apropiado de la narrativa e impulsado estrategias frente al cambio climático. No es un tema de filantropía, sino de urgencia para la competitividad y el desarrollo económico de las regiones; lo que favorece la búsqueda de soluciones climáticas.
Desde CATAL1.5°T, hemos corroborado el impacto positivo de invertir en emprendimiento climáticos y tecnológicos, por lo que estamos convencidos de continuar fortaleciendo el ecosistema de emprendimiento climate tech en la región. Los emprendimientos que seleccionamos, además de tener impacto climático, tienen modelos de negocios innovadores, impacto social, beneficio público, criterios de inclusión, diversidad y género.
Los emprendimientos enfrentan desafíos como el acceso a financiamiento y el desarrollo de pipeline y brechas en el ecosistema. En cuanto al primero, a nivel mundial la inversión en climate tech se ha reducido, y enfrenta obstáculos como inestabilidad política, riesgos monetarios y falta de desarrollo en mercados financieros. Generalmente, la inversión privada requiere de la intervención del sector público para reducir las brechas. Además, las startups en climate tech tienen una baja diversificación financiera. En relación a lo segundo, muchas startups climate tech en la región no están listas para recibir inversión debido a las necesidades técnicas que presentan, sus largos tiempos de desarrollo tecnológico y restricciones en el ecosistema.
En tanto no logremos resolver dichas barreras, el desarrollo del ecosistema se verá restringido y por ende la consolidación de tecnologías climáticas.
Juan Soria, managing partner de SF500 (Argentina)
Hasta hace poco más de un año había alineación entre gobiernos de países centrales en torno a la agenda climática. Y eso empujaba a muchas empresas, incluso desde la opinión pública, a adoptar metas ambiciosas en cuanto a clima y eficiencia energética. Hoy el escenario es distinto. Por distintos motivos, hay países centrales que en sus políticas públicas ya no están priorizando esta agenda. Están apostando por una lógica de crecimiento económico que no necesariamente considera el impacto ambiental, o priorizan industrias en las que ya están invertidos, y no tanto las enfocadas en soluciones climáticas—porque muchas veces las ven como un costo.
Hay menos capital disponible, pero eso es parte de los ciclos. Hay una presión mayor para que las soluciones climáticas no solo sean "verdes", sino que además sean mejores. Mejor rendimiento, más baratas, más rápidas. Hoy lo que se discute es si una solución verde puede o no justificar un premium. Y la presión, básicamente, es: si es más rápido, mejor y más barato, entonces puede escalar y competir.
Obviamente también hay una discusión de fondo sobre los subsidios que reciben distintas industrias, y cómo eso afecta la cancha. Pero desde nuestra tesis de inversión seguimos apoyando startups basadas en ciencia, en verticales que pueden ir desde salud humana hasta planeta. El foco en el clima sigue siendo prioritario, pero tenemos que ser más creativos y más exigentes. Estas soluciones tienen que construir ventajas competitivas reales, asociadas al rendimiento, al precio, a la escalabilidad. Se espera más de ellas que hace unos años.
En cuanto a los desafíos y oportunidades en Latinoamérica, seguimos viendo muchísima creatividad emprendedora. Por ejemplo, invertimos en EIRÚ, una plataforma que propone una solución concreta para trackear biodiversidad y reducir los costos de ese monitoreo. Hay una necesidad clara ahí, y lo vemos en el interés que genera. Tiene una base científica sólida, un equipo muy capaz, y cubre una demanda real en un nicho que está creciendo y que hasta ahora no tenía una herramienta así.
Estamos en un momento de mayores dudas, con tensiones políticas y económicas que afectan la narrativa. Pero a largo plazo, las consecuencias del cambio climático están documentadas, son visibles, y es cuestión de tiempo para que esa realidad vuelva a empujar con fuerza la inversión en esta categoría.
Facundo Garretón, founder y CEO de Terraflos (Argentina)
Estamos atravesando una etapa de maduración del debate climático. Si bien persisten narrativas escépticas, no vemos una negación, sino una tensión entre modelos de abordaje y prioridades económicas de corto plazo. Al mismo tiempo, hay una aceleración en la búsqueda de soluciones concretas desde el sector privado, impulsadas por la presión de los consumidores, la ciencia y los nuevos marcos regulatorios.
Para Latinoamérica, esto representa una oportunidad estratégica: somos una región con alta biodiversidad, un rol clave en la bioeconomía y un enorme potencial para liderar soluciones climáticas basadas en ciencia, regeneración y producción sostenible. Pero necesitamos construir una narrativa y una capacidad tecnológica propias, no ser solo proveedores de commodities o compensaciones de carbono.
En nuestro caso, estos cambios fortalecen nuestra convicción. Creemos que el futuro se construye integrando ciencia, naturaleza y tecnología para resolver desafíos estructurales como el acceso a bioactivos de calidad, la salud preventiva y la producción regenerativa. Lejos de desincentivarnos, este contexto nos impulsa a redoblar la apuesta por modelos verticalmente integrados que reduzcan la dependencia de recursos naturales finitos, que eviten deforestación, uso excesivo de agua o degradación del suelo. Plataformas que generen impacto ambiental positivo y valor económico sostenible.
El mayor desafío es estratégico: dejar de reaccionar frente a las agendas globales y empezar a construir soluciones desde nuestra identidad bioeconómica. Latinoamérica no necesita copiar modelos de Silicon Valley o Bruselas: puede liderar una nueva generación de compañías construidas sobre biodiversidad, tecnología y regeneración.
Vemos tres oportunidades claras: bioeconomía regenerativa (alimentos funcionales, cosmética basada en ciencia, suplementos producidos sin plantar), tecnologías descentralizadas y adaptativas (desde biotecnología hasta agricultura celular e IA aplicada a salud y clima), y nuevos marcos de inversión (capital paciente, fondos híbridos e inversores que buscan retorno con impacto real y medible).
Las inversiones en soluciones climáticas y regenerativas se van a acelerar, pero migrarán hacia propuestas con base tecnológica y evidencia científica. Allí es donde estamos posicionando a Terraflos.
Christian Daube, Climate Innovation Lead para Latinoamérica y el Caribe de Climate-KIC (Dinamarca)
Estos cambios de narrativa, lamentablemente, tendrán un impacto en Latinoamérica y el Caribe. Una parte de la población adoptará estas nuevas formas de pensar, al igual que ciertos gobiernos, fondos de financiamiento y empresas con sedes, relaciones, clientes o LPs vinculados a los centros de poder global. Esto probablemente influirá en el sector de clima e innovación, ya que empresas y fondos podrían disminuir su búsqueda de soluciones innovadoras para enfrentar sus desafíos.
Sin embargo, eso no altera nuestras tesis. Seguimos apostando por emprendimientos con alta escalabilidad en sus modelos de negocio y soluciones, con impacto climático, capacidad de cambiar paradigmas, compromiso con género y DEI, y con bajo riesgo ambiental y social.
Las soluciones climáticas deben centrarse en cómo hacer crecer a la región, o en mirar hacia mercados similares –como Asia y África– donde los desafíos son los mismos (y, lamentablemente, seguirán creciendo). Se necesitan más inversiones, especialmente a través de mecanismos financieros mixtos, que permitan escalar aquellas innovaciones dispuestas a asumir el riesgo de contribuir a la sostenibilidad y la regeneración.
Las empresas –grandes y pequeñas– deben empezar a trabajar más con innovación para generar beneficios reales. Hay pocos inversores, y eso no va a cambiar a corto plazo, por lo que el sector privado debe asumir un rol más activo en implementar innovaciones y fortalecer el ecosistema.
Diego Serebrisky, co-founder y managing partner de Dalus Capital (México)
Definitivamente estamos viendo narrativas más escépticas en torno a la acción climática. No es sorpresivo: hay grupos de interés, particularmente en sectores como el petróleo y otros combustibles fósiles, que tienen mucho en juego y buscan políticas que frenen o al menos moderen la transición energética. Es desafortunado, porque ralentiza el avance de proyectos, y eso tiene un impacto directo en cuánto tiempo tenemos, como humanidad, para llevar a cabo esta transición.
Para Latinoamérica probablemente va a haber menos capital disponible, sobre todo aquel que venía de agencias públicas o programas del gobierno de Estados Unidos. Pero, por otro lado, sigue siendo una prioridad para muchos gobiernos y actores privados. Y creemos que ese desarrollo de soluciones, tanto desde lo público como lo privado, va a continuar.
Un tercio de nuestro fondo más reciente está enfocado en startups de innovación climática, y eso se mantiene. De hecho, estamos activamente buscando oportunidades. Hace unas semanas anunciamos una inversión en Puna Bio, una startup argentina de biotech para el agro. Es un ejemplo muy claro de mitigación (porque reduce el uso de fertilizantes químicos y, por tanto, las emisiones), pero también de adaptación (ya que ayuda a que suelos degradados y cultivos se adapten mejor a condiciones climáticas extremas).
El reto más grande sigue siendo la disponibilidad de financiamiento. Pero ya empiezan a surgir iniciativas de fondos con un enfoque 100% climático, en distintas etapas, tanto en deuda como potencialmente en equity. Y creemos que eso va a crecer mucho en los próximos meses y el año que viene. Así que seguimos viendo una tendencia positiva. Las conversaciones que estamos teniendo, tanto con grandes inversores como con fondos que buscan asignar más capital climático, apuntan a que esto no se va a frenar.
Matías Kelly, fundador de Sumatoria y socio de Beta Impacto VC (Argentina)
Vemos dos dinámicas simultáneas. Por un lado, a nivel global hay un desgaste narrativo en algunos sectores en torno a la urgencia climática, sobre todo cuando se la presenta de manera desconectada de los problemas económicos y sociales que hoy afectan a millones de personas. Esto abre espacio para discursos escépticos o negacionistas.
Pero, al mismo tiempo, en regiones como Latinoamérica los temas de eficiencia energética, transición agropecuaria, manejo del agua, regeneración de suelos o adaptación climática están cada vez más en el centro de los desafíos productivos. No es sólo "acción climática", es también productividad, acceso a mercados, resiliencia económica, competitividad a largo plazo.
El contexto actual puede ser una oportunidad si logramos enmarcar las soluciones climáticas como parte de una agenda de desarrollo integral: creación de empleo, fortalecimiento de territorios, diversificación productiva, inclusión financiera. Si el discurso climático se vuelve algo "útil y cercano" para productores, empresas, comunidades e inversores, el margen para la acción crece.
Estas dinámicas nos reafirman la necesidad de integrar el impacto ambiental con el impacto social y económico de manera muy concreta. Seguimos priorizando proyectos y emprendimientos que puedan demostrar cómo las soluciones climáticas generan externalidades positivas en múltiples dimensiones: empleo local, inclusión de pequeños productores, mejoras en la resiliencia de las comunidades. Por ejemplo, vemos mucho potencial en modelos agroecológicos escalables, en reconversión energética distribuida (como biodigestores o eficiencia en pymes), o en modelos de regeneración productiva de suelos y ecosistemas que a la vez fortalecen cadenas de valor regionales.
Las tensiones globales nos hacen ser cuidadosos con los riesgos de ciertos mecanismos financieros "verdes" que no siempre terminan beneficiando a los territorios o actores más vulnerables. Por eso reforzamos nuestra mirada desde el financiamiento paciente, de cercanía, con fuerte énfasis en propósito.
Los desafíos estructurales de las economías latinoamericanas (volatilidad macroeconómica, acceso limitado a financiamiento, alta informalidad) siguen siendo un condicionante. Muchas soluciones climáticas requieren escalas y plazos que el sistema financiero tradicional de la región no siempre está preparado para ofrecer. Pero vemos una enorme oportunidad en el crecimiento de una "infraestructura de impacto" que empieza a consolidarse: plataformas de inversión, vehículos híbridos, fideicomisos de propósito, alianzas público-privadas, actores filantrópicos dispuestos a asumir riesgos iniciales, e incluso regulaciones que empiezan a incorporar criterios ESG y de impacto.
Imaginamos un ecosistema donde el financiamiento climático esté menos concentrado en grandes proyectos y más orientado a miles de soluciones medianas y pequeñas, distribuidas territorialmente, que combinan innovación, regeneración y desarrollo inclusivo. Si logramos construir vehículos de inversión adaptados a esa escala, el potencial transformador es enorme.
Ruben Altman, co-founder y CEO de Antom.la
Más allá de los discursos (sean pro o anti ESG), hay una realidad física y geopolítica que se impone. El estrés hídrico, las olas de calor extremas o los eventos meteorológicos severos ya forman parte de las matrices de riesgo de grandes empresas, y están afectando cadenas de valor completas. En ese contexto, las soluciones de adaptación y resiliencia (que muchas veces también contribuyen a la mitigación) están ganando un lugar estratégico, abriendo oportunidades para startups que trabajen en este espacio.
También los conflictos globales han hecho que la transición energética deje de ser solo una cuestión ambiental: hoy también es soberanía. Y esto vuelve especialmente relevante a Latinoamérica, una región rica en recursos naturales, en biodiversidad y en conocimiento territorial, pero también vulnerable a los efectos del cambio climático.
Parte de las críticas a las narrativas ambientales son válidas: hay una fatiga frente al greenwashing y frente a soluciones que dependen más de incentivos externos que de una propuesta de valor real. En ese sentido, la coyuntura actual nos está ayudando a filtrar: deja más claro que una startup no puede depender únicamente de filantropía ni de un nicho de consumidores que compran “por hacer el bien”. El impacto positivo tiene que venir acompañado de productos deseables y competitivos.
Por último, también observamos un creciente consenso en torno a la salud humana. Y en la mayoría de los casos, la salud del planeta y la salud de las personas están profundamente entrelazadas.
En Antom no hemos hecho cambios a nuestra tesis de inversión, porque desde el inicio partimos de la convicción de que el impacto ambiental debe ir de la mano de modelos de negocio sólidos. Buscamos proyectos en los que los ingresos no dependan de subsidios, ni del compromiso ambiental del consumidor, sino de productos o servicios que resuelvan un problema real, que generen valor y sean deseables. Y que, como resultado, hagan bien al planeta.
Latinoamérica enfrenta el desafío y la oportunidad de transformar una economía basada en la producción de alimentos y adaptarse a una nueva realidad climática, tecnológica y geopolítica. Tenemos todo para liderar esta transición, pero también el riesgo de que otros definan el rumbo por nosotros. Podemos ser protagonistas de una agricultura regenerativa, basada en biodiversidad, adaptada a nuevas condiciones hídricas y climáticas, y a los nuevos patrones de consumo (por ejemplo, ¿qué rol jugará la región cuando la carne cultivada en laboratorio gane escala?). Esta transformación necesita tecnología, pero también visión y capacidad de articulación público-privada.
Vemos oportunidades concretas en bioinsumos, biomateriales, nuevas formas de producción. También en herramientas digitales que ayuden a productores y empresas a tomar decisiones más informadas y adaptarse con mayor agilidad. También hay enormes oportunidades en lo financiero: necesitamos instrumentos que permitan que las soluciones escalen. Desde seguros climáticos hasta créditos para instalar paneles solares o transicionar a prácticas agroecológicas, o seguros para eventos extremos. La infraestructura financiera para la transición aún está en construcción.
Si logramos articularnos con inteligencia, Latinoamérica tiene el potencial de ofrecer al mundo una visión distinta de desarrollo: una visión que no solo se adapta, sino que propone.
Agenda
CATAL1.5°T realizará su Demo Day virtual los días 8 y 9 de julio. Se presentarán 19 startups de LATAM en dos jornadas temáticas: Energía, Ciudades, Edificios e Industria el 8 de julio y Movilidad y Uso de la tierra el 9 de julio, ambos de 4:00 a 6:00 pm CST. Inscripciones abiertas aquí.
El Digital Public Infrastructure for Privacy-Preserving Population-Scale Use Cases Challenge abrió su convocatoria para impulsar soluciones que utilicen infraestructura digital pública y aborden desafíos ambientales de manera innovadora. El programa busca propuestas que, por ejemplo, integren datos para optimizar energías renovables, gestionen transporte verde, monitoreen bosques y biodiversidad, promuevan agricultura sostenible o mejoren la gestión del agua. Se puede aplicar hasta el 11 de julio. Más información y postulación aquí.
Decelera Americas abrió su convocatoria para su programa de “desaceleración” dirigido a startups de impacto que busquen crecer de forma sostenible y estratégica. El programa ofrece mentoría personalizada, acceso a inversores internacionales y una red global de aliados para escalar soluciones innovadoras en áreas como climate tech, economía circular y tecnologías limpias. Está diseñado para fundadores que quieran pausar, reflexionar y redefinir su estrategia de crecimiento con propósito. Más información y aplicación aquí.
Mexico ClimAccelerator CHIH busca impulsar startups con soluciones climáticas innovadoras para Chihuahua y México. Con el apoyo de EIT Climate KIC, el programa se enfoca en soluciones sostenibles que operen en Chihuahua y en el resto de la república. Aunque no ofrece financiamiento directo, permite desarrollar habilidades, construir alianzas estratégicas y acceder a recursos clave para obtener financiamiento. Fecha límite de aplicación: 1 de septiembre. Más información.
Latimpacto, una red de Latinoamérica y el Caribe, reúne a más de 220 miembros para catalizar el flujo estratégico de capital humano, intelectual y financiero hacia el impacto social y ambiental. Con solo 5 años, la red incluye a familias, oficinas familiares, corporaciones y más, invirtiendo en 16 países de la región. Su enfoque se basa en tres pilares: Aprender, Conectar, Actuar. El evento se llevará a cabo del 1 al 3 de septiembre en Medellín. Más información en Latimpacto.
Climate Week Mexico (Ciudad de México, México). Del 9 al 17 de octubre de 2025, comprenderá una serie de encuentros descentralizados con organizaciones, líderes y la comunidad en general, para impulsar colaboraciones, compartir conocimiento y fortalecer el ecosistema de soluciones climáticas.
El fondo Satgana, enfocado en startups climate tech en etapas pre-seed y seed, tiene ventanilla abierta. Invierte entre € 200.000 y € 350.000, y ofrece apoyo estratégico y operativo a emprendedores enfocados en resolver desafíos ambientales como el cambio climático, la destrucción de hábitats, el agotamiento de recursos y la contaminación por plásticos. Aplicaciones en este link.
Rockstart tiene una ventanilla abierta para startups de AgriFoodTech que busquen inversión y apoyo personalizado. La firma ya invirtió en 63 startups del sector en los últimos cinco años. Ofrecen inyecciones de capital y seguimiento a medida para ayudar a las startups a crecer. Las interesadas pueden enviar su pitch a través de este link.